Cómo llegó la Fundación a nuestras vidas

La Fundación Olivares llegó a nuestras vidas porque el destino así lo quiso.

Mi hijo Christian había sufrido unas fuertes intervenciones que lo habían dejado postrado en una cama. Él tenía una enfermedad degenerativa. HADO fue quien nos habló de la Fundación. Fuimos allí para llevar la documentación que nos pidieron y al poco tiempo empezaron a tratar a Christian y a mí a nivel psicológico. Mi hijo Alex, en un principio, solo participaba en las actividades familiares.

Aproximadamente, al año de estar con ellos, Christian falleció. En todo momento, ellos estuvieron pendientes de nosotros. Nunca nos dejaron. La psicóloga, incluso días antes, nos acompañaba en el hospital y posteriormente, toda la familia empezamos tratamiento psicológico para la nueva etapa que nos esperaba. En todo momento me sentí arropada. Con esa alegría y esa forma de ser que les caracteriza a todos los que allí colaboran, nos hacían sentir mejor dentro de nuestro dolor.

Ahora, después de dos años, tratan con diferentes terapias a Alex, el cual sufre de otras enfermedades, y a nosotros también. Mi pequeña Andrea, se lo pasa muy bien cada vez que va allí y participa en las actividades familiares.

No es por hacer la pelota o por quedar bien, pero gracias a Andrés y a todo el equipo que le respalda, nos hacen tener una sonrisa siempre. Nos sentimos como uno más de la familia porque siempre ponen su atención en que todos estemos bien y no nos falte de nada, y sobre todo, en crear magia e ilusión y eso es muy importante porque gracias a ello podemos seguir caminando en esta ilusión que se llama VIDA.

María José Durán

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