No es el peso de los años el que cansa, sino el peso invisible, pero profundo, que hace que los días, horas y minutos, se vuelvan interminables para aquellos que enfrentan esa epidemia silenciosa, llamada soledad y además hospitalaria.

La soledad hospitalaria no distingue edades ni condiciones. Es un silencio que resuena en los pasillos, es la ausencia de voces familiares en las camas ocupadas por cuerpos que se esfuerzan por sanar y corazones que ansían compañía.

Habitación X del Hospital Valle del Guadalhorce.

-¿Podemos pasar?

-Adelante.- nos dice una voz temblorosa que delata su edad.

Su cuerpo, aunque no le da para más, hace por incorporarse, para no recibir a su primera visita después de seis días hospitalizada, mientras con la mano adecenta su pelo canoso despeinado por la almohada para estar más guap@.

Sus ojos brillan de emoción al vernos; ya no esperaba a nadie porque un día se cansó de esperar que alguien ocupará ese sillón vacío que se ha convertido en su más fiel compañero.

-Quiénes sois?- nos pregunta.

-Tus amig@s de los martes.

Y mientras nos comparte su TODO, nos decimos: ” los mayores son casa ya que nos permiten salir del escondite sin que nos pillen”.

Simbolizan todo aquello por lo que merece la pena acurrucarse para volver a sentir el calor de dos brazos amables que acogen.

Huelen a nuestra infancia, a rosquillas, al sabor de un chocolate caliente en invierno, a templanza en el cuidado, a protección, a besos que sanan cualquier dolor con ese:” sana, sana, culito de rana…”

En nuestro Valle cada martes es un regalo sin que sea Navidad.

 En nuestro Valle, nos acompaña el Fary, Antonio Molina, Manolo Escobar, la Lola Flores…

En nuestro Valle,   el 30 de Diciembre, los niños por tercer año, harán sonar sus violines PARA TI, llenando el aire de la más bella melodía que parece susurrar a cada paciente: ‘No estás solo”.

No son solo acordes; es ese abrazo invisible que acaricia Almas cansadas y ojos que se han acostumbrado a mirar techos blancos.

Sonarán para vosotros que convivís con el eco de vuestra respiración para haceros compañía.

Mientras esos violines tocan, las miradas se suavizan, las manos se entrelazan, la soledad se disuelve … 

-¿Quiénes sois?- Nos pregunta de nuevo.

Y sujetando esa mano que de niño te sostenía con toda su fuerza y ahora se ha vuelto débil, le respondemos: ” tus amigos del martes que TE AMAN”

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