Los regalos llegan en forma de momentos. Creo que eso es algo de lo que ya nos vamos concienciando.

El mejor me ha llegado a mí este año. Ocurrió hace mes y medio. Ahora estamos en noviembre y el calor se va, las playas se ven más solitarias, algunos pájaros migran y se marchan para volver más adelante… qué increíble la naturaleza que se los lleva y los trae de vuelta…

Una mañana de septiembre, entretenida con mis cosas estaría, entre tareas de casa y otras de fotografía, el mundo en el que me muevo últimamente y me hace sentir cómoda. Con una voz amable, una chica que decía llamarse Macarena y que llamaba de Fundación Andrés Olivares, me comentaba que quería dar respuesta a mi solicitud de voluntariado presentada hacía un tiempo. Le pregunté que qué necesitaba hacer y ella me dio las indicaciones.

Colgué el teléfono con una sensación extraña de “clic”, no sé cómo explicarlo, como si todo a partir de ahora fuera marcado como un “antes” y un “después”.

Me citaron en la sede de la Fundación en La Noria junto a otras personas para una entrevista grupal. La tarde fue muy distendida y agradable.

Unos días después, recibí de nuevo su llamada ofreciéndome la oportunidad de participar como voluntaria en la sala Blanca.

Una sensación llena de nervios “guays” (yo llamo así a esos nervios que producen las cosas positivas). Algo de miedo, incertidumbre… al fin y al cabo, no sabes, hasta que no estas allí, lo que te vas a encontrar.

No había mejor noticia de que una amiga de hace años, María, iba a ser mi “mamá voluntaria” en la sala… Me acompañaba la suerte en este comienzo.

Me levanto a las 6.30 el primer día, me arreglo, salgo de casa sobre las 7.30 y tomo la carretera para Málaga. Trafico, luces, amanecer… una mezcla del mundo loco que no se para… y así todos los días. Llego al aparcamiento y me dirijo al bar del Hospital Materno a tomar un café mientras llegan los compañeros.

Llega la hora, monto en el ascensor, sola y pulso la planta 4ª. El ascensor se detiene y se abre la puerta… en un lugar sobrio, nada ruidoso, tranquilo, pero la sensación es de algo más que no se palpa… Yo le llamo la sensación de haber paz y muchas ganas de vivir, pulmones que se llenan completos de aire al respirar.

Hoy, después de un mes, creo que en la puerta debería haber un cartel donde diga:

“Espacio cargado de sueños, risas, amor, humor, esperanza. Lugar donde hay más vida que en cualquier otro lugar, junto a la de neonatos… también se comienza a vivir. Donde aprendemos a que el amor va en forma de juego, abrazo, guiño, saludo, un choque de palmas de manos, una sonrisa cómplice de una mami que jamás baja la guardia y las ganas de vivir otro día más.”

Cada día en la Sala Blanca suma, un encuentro con gente querida, encuentro con nuevas amistades, nuevas sonrisas y una vuelta a ser niño y aprender a jugar de nuevo… Nunca deberíamos olvidar ser niños.

“Un sitio donde la vida no se detiene, aunque parezca lo contrario, ya que nadie elige los golpes que da la vida, pero sí elige cómo afrontarlos.”

“Sala apta para uso de valientes que dan lecciones diarias de cómo se afronta la vida, donde no existe la queja del día a día.”

Nunca he visto tantos valientes juntos y me encanta estar rodeado de ellos porque me hacen más valiente a mí. De cada uno de ellos aprendo cosas increíbles: como que la vida es bonita y rápida, no sabemos cuándo se detiene; que ser valiente es una obligación y los problemas reales de la vida están en una 4ª planta. Aprendo que hay lugares donde la risa suena más fuerte, que toda pérdida implica una ganancia… pierden una forma de vida, pero ganan una nueva manera de vivir. Y también aprendo a mirar la vida con otros ojos. Que mi vida es más bonita desde que ellos han llegado, que yo no puedo quitarles lo que tienen, pero sí darles lo mejor que tengo yo, que hay más vida en 100 metros cuadrados de esta 4ª planta que en una gran ciudad y, por supuesto, más ganas de vivirla.

Vamos a darles vida, dona médula, conciénciate. Es la manera más bonita de dar vida sin perder la tuya.

#ExperienciasconCorazon

Firmado:

Patricia, una voluntaria con mucho corazón que participa cada miércoles en la Sala Blanca con la misma ilusión que un niño.

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